Para vender, debes estar dispuesto a tocar ciertas teclas que pueden antojársete incomodas.

Algunos y algunas las evitan. Incluso se autoadjudican etiquetas como «éticos» o «con valores».

Entonces… ¿El resto son/somos perversos y se codean/nos codeamos con el mismísimo Belcebú?

Bueno, dejemos las tonterías a un lado.

Como te iba contando… Teclas dolorosas.

Dolorosas para ti, no. Para aquellos a los que te diriges.

Tú las tocas, y con ellas, dibujas un intenso dolor.

Primero lo encuentras, luego lo dibujas.

Le enganchas con una descripción vívida de su problema, creas un vínculo emocional.

Así consigues que tu lector se sienta infeliz y bien a la vez.

Y, zas, le das un respiro con tu solución.

Pero no se la lanzas de cualquier forma, no. Si te lo curraste con el dolor, ahora, también.

Que os fundáis en un abrazo final en ese momento de felicidad es opcional. Ahí yo ya no me meto. Faltaría más.

¿Duro/ malvado o poco ético esto que te comento, a excepción de ese posible abrazo?

No, para nada.

A ver, si la movida ocurre hasta en ciertas historias románticas.

Novelas, series, películas…

¿Y eso? Pues porque no es el sexo lo que engancha al lector/ espectador.

No.

Es el dolor.

Los buenos romances muestran a una pareja que se abre paso a través de una montaña de conflictos dolorosos y difíciles antes de obtener la recompensa de estar juntos.

Da igual que pongas de por medio naves espaciales, castillos, campus universitarios, guerras del siglo XX… Son meros adornos, esa movida romanticona que te atrapa tiene en su núcleo un montón de dolor.

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