Por aquí no hay testimonios (los de arriba son ficticios; ojalá fuesen reales) ni tampoco voy a cautivarte con una emotiva historia que humedezca tus lagrimales. Lo siento.
Bueno…
Soy zurdo.
Y no sé si sabes que, durante la Edad Media, los inquisidores consideraron a la población zurda obra del maligno.
Perseguidos, encarcelados, quemados. Por alejarse del camino «correcto». De la norma impuesta.
Pero tranquilo, aquí no hay hechizos ni asisto a misas negras ni huelo a azufre. Puedes fiarte de mí.
Lo que sí hago es escribir textos persuasivos para webs e emails que convencen y convierten, para aplacar la voracidad de mi bolsillo y que tú consigas más y mejores clientes. Algo muy práctico en este mundo en el que vivimos.
También me da tremenda pereza la gente que habla de enamorar clientes gracias a sus palabras. No lo digas, hazlo.
El copywriting no va de llegar al corazón de nadie, sino de resolver problemas.
Asimismo, la pizza con piña. Cada vez que algún desalmado comete ese grave ultraje, un italiano se enfada mogollón y deja de respirar. La próxima vez, piénsatelo.
No, Rojohueso no es un color, ni la suma de mis apellidos. Me llamo José Gallardo. Encantado.
Resulta que me daba tremenda pereza ponerle a esto un nombre de copistería de barrio.
Así que jugando con la idea de que unir varias disciplinas como el copywriting, el SEO o el email marketing es una suerte de mestizaje, cogí la palabra inglesa redbone (mestizo) y la traduje al castellano.
(Literal e incorrectamente, «Huesorojo» no me convenció).
Y voilà...
La semilla del mal ya había germinado.