Ni está prohibido ni es un acto ilegal

Es más, ni siquiera tienes que pedir permiso para hacerlo. Te pones delante de sus ojos. Entras en su cerebro. Depositas las semillas de la atención, la certeza y la confianza. Mueves emociones de un estado a otro. Cruzas por su lado racional si es necesario. Y sales.

Me refiero a generar imágenes en las cabezas ajenas. A conectar. A provocar sensaciones vívidas que casi se pueden palpar, oler, masticar. A enganchar con tu mensaje. Y a veces, a finalizar con una sólida llamada a la acción, detonante de esa deseada reacción. Sin trucos raros. Sin manipular. Sin mentir. Sin aburrir.

Veamos…

El asunto es que consigues hacer felices a tus clientes potenciales (a cambio de lo que tú quieres de ellos) cuando entiendes cómo funciona la mente humana y por qué la gente compra cosas.

Cuando sabes cómo comunicarte correctamente con las personas a las que va dirigido tu producto, servicio, idea, etc., aumenta la probabilidad de que te lean con atención, pongas cachondas sus materias grises y actúen.

Bueno, algunos negocios y marcas parece que prefieren sentirse como cuando vas a cortar un trozo de cinta adhesiva y (sin éxito) deslizas ansioso tu uña por su superficie.

Hablando de copywriting, puede que lo que voy a contarte a continuación te incomode, o sea una epifanía para ti y tu marca o negocio

Paganini, tal vez el mejor violinista de todos los tiempos. Sufría la tortura de la tuberculosis, la osteomielitis en la mandíbula, la sífilis, la diarrea, las hemorroides y las piedras en el riñón.
 
Y por si esto fuera poco, el mercurio que le dieron los médicos para tratar su sífilis lo envenenó hasta que se cayeron los dientes. La piel se le volvió de color gris blanquecino. Perdió el pelo. Paganini era un cadáver andante, pero cuando tocaba el violín se convertía en un ser inmortal.
 
Resulta que (además) padecía el síndrome de Ehlers-Danlos, una enfermedad congénita que le dejó las articulaciones tan flexibles que podía doblarse el pulgar hacia atrás hasta tocarse la muñeca o cruzar los codos uno por encima del otro mientras hacía magia con el violín. Sus dedos conseguían llegar a notas inalcanzables para otros intérpretes. Lo que lo torturaba, lo convertía en un genio.
 
Pero no, no voy a soltarte un mensaje de coaching subemorales tipo «hay personas ahí fuera que les plantan cara a sus problemas y los superan». Qué va, sería poner en duda tu inteligencia.
 
La cosa es que esto va de detalles que solamente son inútiles hasta que los interrelacionas. De encontrar vacíos. Y de llenarlos. De aprovechar miedos, defectos, imperfecciones… Y comenzar a hablar como un humano a otros humanos. De empatizar emocionalmente con tu audiencia.

Y un acertado punto de partida son los correos que hago llegar a mis suscriptores. Explícitos, surrealistas, irreverentes, impredecibles, concisos. Eso dicen de ellos. Comienzas a recibirlos por aquí:

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Quizás algún día cuelgue aquí mi portfolio, hable de marcas y clientes con los que he trabajado, etc., pero hoy no es ese día.  

Aunque si quieres leer mi blog, en el que incluyo varios emails pasados…

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